Mi compatriota Juan

Publicado el

Hemos celebrado con Juan que el domingo ejerció por primera vez su derecho a voto como ciudadano español. Juan vino de Paraguay hace ya unos cuantos años, a buscarse la vida, sin más capital que su título de doctor en matemáticas y su vocación de profesor. Se enamoró aquí y por eso llegamos nosotros a conocerlo. Se enamoró de un gran amigo nuestro, que salía entonces de una época de mucho sufrimiento, y nuestro amigo se enamoró de él. Juan tiene esa dulzura discreta de la buena educación que es tan frecuente en América Latina, y tan rara cada vez más en España. Hace tan poco tiempo que accedió a la nacionalidad que esta vez ha sido la primera que votaba. Estaba radiante. Me dice que yo soy la primera persona que lo felicita con tanta efusión, y yo le contesto que para mí él es un modelo de esa condición de español que no tiene nada que ver con el origen, ni con la sangre, ni con el orgullo de lo exclusivamente propio, sino con una pura decisión personal, basada en el ideal republicano de la ciudadanía. Por elección propia, por amor, por un acto jurídico, Juan es ahora español y es europeo, y eso no le obliga a renunciar ni a su origen ni a las lealtades que dejó atrás, y que sin duda siguen siendo parte de su vida. En España, en Europa, nos falta mucho para abrazar de corazón esa idea de la ciudadanía, que es lo mejor de los Estados Unidos, y de ese proyecto ilustrado que nació sobre todo en Francia en el siglo XVIII. Ni se me ocurre preguntarle a Juan qué votó el domingo. Nada más que al hacerlo ya puso en práctica todo lo fundamental que tenemos en común. Yo soy un español y un europeo de Jaén y Juan es un español y un europeo de Asunción, Paraguay. Nos despedimos después de comer, más contentos todavía porque entre los cuatro nos hemos bebido una botella de excelente Chablis, y Juan y yo nos damos otro abrazo. Ahora es más urgente que nunca ejercer y vindicar ese patriotismo que no tiene necesidad de forasteros o de enemigos para fortalecerse.